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Orelvis Lago para Neo Mambí

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El contrabando de tabacos revela la corrupción del sistema cubano

Un nuevo decomiso de más de 7,300 tabacos en el Aeropuerto de La Habana no es un episodio aislado: es la radiografía de un país donde la ilegalidad es síntoma de un sistema corroído por la corrupción.


El decomiso que destapa una realidad

El 28 de septiembre de 2025, la Aduana de Cuba informó que había incautado 7,300 tabacos sueltos y 64 cajas en el Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana. El vicejefe de la Aduana, Wiliam Pérez González, explicó que la carga carecía de facturas y certificaciones oficiales, por lo que fue denunciada a la Policía Nacional Revolucionaria.

Este hecho se suma a otros operativos recientes en los que fueron confiscados más de 4,500 tabacos falsos y 4,400 tabacos sueltos en el mismo aeropuerto.

La repetición de casos evidencia que no se trata de un error aislado de viajeros despistados, sino de una práctica sistemática.


El tabaco: símbolo nacional, negocio ilegal

El tabaco no es un producto cualquiera. Es la marca país de Cuba, el motor de una industria exportadora que genera divisas en un Estado permanentemente endeudado. Que justamente este producto estrella sea el más vulnerable al contrabando desnuda una paradoja: el Estado no protege ni su propio símbolo económico.

La Resolución 98/2022 del Ministerio de la Agricultura regula la exportación de tabacos torcidos. Un pasajero solo puede sacar 20 unidades sin documentación; cantidades mayores requieren facturas oficiales y envases con sello de control. Pese a la claridad de la norma, la ilegalidad persiste.


El discurso de la “Frontera Segura”

La Aduana asegura que sus operativos forman parte de la campaña “Frontera Segura”. El lenguaje oficial habla de “tolerancia cero” y promete intensificar controles en aeropuertos y puertos.

Sin embargo, lo que estas incautaciones revelan es que la frontera está lejos de ser segura. Si en un mes se detectan tres grandes cargamentos, ¿cuántos logran salir sin ser detectados?


La corrupción como telón de fondo

El contrabando masivo no puede explicarse solo por la astucia de unos pocos individuos. La repetición de esquemas apunta a complicidades dentro del aparato estatal.

La corrupción, reconocida incluso por autoridades locales como un mal que alimenta la criminalidad y el desorden social, también se expresa en las aduanas. No es casual que un exjefe de la Aduana, el vicealmirante Pedro Miguel Pérez Betancourt, fuera figura clave del aparato militar del régimen.

En Cuba, la frontera no solo es punto de control: es también un espacio de privilegios, favores y prebendas.


La ilegalidad como válvula de escape

El gobierno insiste en que el contrabando de tabacos y otros productos (dinero, drogas, medicamentos) “representa una amenaza para la economía cubana”. Pero no menciona que es precisamente la política estatal —marcada por la escasez, la doble moneda y la falta de transparencia— la que empuja a ciudadanos y funcionarios a cruzar esa línea.

En un país donde la supervivencia depende del acceso al mercado informal, el contrabando es menos un delito que un mecanismo de resistencia.


Contrabando y propaganda

El régimen presenta estos decomisos como victorias de su aparato de control. Sin embargo, cada anuncio confirma la magnitud del problema y deja en evidencia que el Estado pierde la batalla en su propio terreno.

La propaganda habla de “ilegalidades aisladas”, pero la sucesión de incautaciones muestra un patrón de impunidad y complicidad. El Estado cubano, que presume de controlarlo todo, no logra controlar ni la salida de su producto estrella por el aeropuerto de la capital.


La fragilidad del sistema

El tabaco, que fue bandera de orgullo nacional, hoy es evidencia de un sistema corroído por la corrupción. El contrabando no es la excepción, sino el síntoma visible de un aparato estatal que depende de la ilegalidad para sobrevivir y que al mismo tiempo la persigue selectivamente para simular orden.

Cada caja decomisada en el Aeropuerto de La Habana no solo habla de cigarrillos sin factura: habla de un país sin garantías, sin transparencia y sin instituciones capaces de imponerse a la corrupción que lo atraviesa.


Conclusión

El contrabando de tabacos en Cuba no es un problema de frontera, es un problema de sistema. La Aduana puede decomisar miles de unidades, pero mientras la corrupción siga incrustada en el aparato estatal, cada operativo será apenas un parche.

El tabaco, ícono nacional, se ha convertido en espejo de una realidad incómoda: el régimen que se jacta de control total es incapaz de frenar lo que ocurre en su propia casa.

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