Crisis energética en Cuba: el país a oscuras entre apagones, incertidumbre y resistencia ciudadana
La crisis energética en Cuba ha dejado de ser un episodio aislado para convertirse en un problema estructural y cotidiano. Las calles de La Habana, Santiago de Cuba, Holguín y prácticamente todas las provincias de la isla se sumergen noche tras noche en la oscuridad, mientras la población enfrenta apagones prolongados que alcanzan entre 10 y 20 horas diarias. El malestar social crece, y con él, la percepción de que la crisis eléctrica es un reflejo de un sistema económico que no encuentra soluciones sostenibles.
Un colapso anunciado
Los apagones masivos no son un fenómeno nuevo. Desde hace más de una década, expertos advertían sobre la obsolescencia del Sistema Eléctrico Nacional (SEN). La mayoría de las termoeléctricas que generan electricidad en la isla tienen más de 30 años de explotación, con mantenimientos deficientes y piezas de repuesto difíciles de conseguir debido tanto al embargo estadounidense como a la falta de inversión interna.
En 2025, la situación alcanzó un punto crítico. Informes oficiales reconocen que la capacidad de generación eléctrica instalada apenas cubre el 60% de la demanda nacional. A esto se suma la dependencia del petróleo importado, que expone a Cuba a las fluctuaciones de precios y a la caída de los envíos desde Venezuela, su principal aliado energético.
El impacto cotidiano
Los apagones no solo representan una molestia doméstica. Son una parálisis económica y social. Negocios privados, desde cafeterías hasta barberías, deben cerrar por falta de electricidad. Las escuelas interrumpen las clases y hospitales tienen que recurrir a plantas eléctricas con combustible escaso.
En provincias como Santiago de Cuba y Holguín, ciudadanos denuncian que los apagones han provocado la pérdida de alimentos, el deterioro de electrodomésticos y, lo más grave, la interrupción de servicios médicos básicos. Una mujer entrevistada en un hospital pediátrico relató cómo una incubadora dejó de funcionar durante varias horas, poniendo en riesgo la vida de recién nacidos.
Reacciones ciudadanas
La paciencia de la población está al límite. En varias localidades, vecinos han salido a las calles a protestar, exigiendo electricidad y cuestionando la gestión gubernamental. Aunque las autoridades han intentado contener estas manifestaciones, los videos difundidos en redes sociales muestran cacerolazos, gritos de “¡Queremos luz!” y bloqueos improvisados en avenidas principales.
Un elemento novedoso es que estas protestas no se limitan a La Habana, sino que se multiplican en provincias tradicionalmente más controladas por el Estado. El malestar por la crisis energética se ha convertido en un catalizador de demandas más amplias: mejoras económicas, mayor acceso a alimentos y medicinas, y un cambio en la gestión política.
El discurso oficial
El Gobierno cubano atribuye la crisis a una combinación de “bloqueo económico, falta de financiamiento e incumplimientos de proveedores internacionales”. Sin embargo, expertos independientes señalan que la raíz está en la falta de planificación y en el retraso de proyectos de energías renovables, que apenas cubren el 5% de la generación eléctrica del país.
En varias ocasiones, ministros han prometido reparaciones en las termoeléctricas y la incorporación de nuevas plantas flotantes alquiladas a Turquía. Sin embargo, estas soluciones temporales no han logrado estabilizar el SEN.
El futuro de la energía en Cuba
El país enfrenta un dilema: continuar apostando a las viejas termoeléctricas y la importación de combustibles, o dar un salto hacia un modelo mixto que incorpore energía solar, eólica y biomasa. Varios proyectos piloto han mostrado potencial, especialmente en la zona oriental, pero requieren inversión extranjera y marcos legales más flexibles.
Mientras tanto, los cubanos continúan adaptándose a la oscuridad. Cocinan antes de que anochezca, almacenan agua en cubos para cuando las bombas eléctricas dejen de funcionar y recurren a velas y linternas recargables como si estuvieran en tiempos de guerra.
Conclusión
La crisis energética en Cuba es más que un problema técnico: es un símbolo del agotamiento del modelo económico. Los apagones no solo apagan luces, también apagan esperanzas, productividad y confianza en las instituciones. La isla necesita un giro profundo, tanto en su política energética como en su manera de relacionarse con el mundo, si quiere salir de la oscuridad en la que hoy está sumida.
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